Tengo la teoría de que seguimos siendo niños mientras no se demuestre lo contrario. Creo que lo de ser maduros es tan complicado que intentamos dejarlo para lo imprescindible (ya sabes, para todo lo demás, Peter Pan).
Para mi sobrina este año será su primera Navidad sin esa magia. Hace poco me ponía en un aprieto al hablarme sobre sus sospechas, y lo hacía encomendándose a las muchas veces que le he hablado de la importancia de la verdad. Al intentar huir remitiendo esa pregunta a sus padres, no hacía otra cosa que corroborar su teoría. Por tanto, tras unos días de dudas, de lucha interna entre fe y amarga realidad, de consultas varias y de cabos sueltos que se van atando, llegó a la conclusión final perdiendo un poquito de esa magia de ser niños. No ha sufrido un gran shock al descubrir la verdad pero lo cierto es que acaba de toparse de lleno con un trocito de realidad. Seguramente en el futuro descubra que ésta es la primera de un sinfín de mentiras y desilusiones que tendrá que afrontar, a cada cual más difícil de aceptar.
Yo descubrí que los reyes eran mis padres demasiado pronto y puede que eso me haya costado una buena cantidad de regalos, no en vano, la verdad a menudo tiene un alto precio. Cuando uno se topa con una de estas dudas razonables debe decidir si quiere abrir bien los ojos o si prefiere creer en el mago que saca el conejo de su chistera mágica. No obstante, en ambos casos se suele dar algo a cambio y en muchas ocasiones, aún conociendo los artificios, uno se suele comer el truco sin rechistar.
No sé qué camino seguirá mi sobrina. Si elige ver y saber descubrirá que el príncipe azul no es más que un engreído niño malcriado. Que los vaqueros no eran tan buenos y que los indios no eran tan malos. Que ciudadano es un eufemismo de recurso humano, de peón en manos de un sistema que no dudará en sacrificarlo si así lo requiere. Que la mayoría de políticos son profesionales sin ideales, lacayos en manos de aquellos que juegan la partida. Que hay algo más difícil que ser ciudadano llamado inmigrante. Que hay algo aún más sufrido que ser inmigrante, que pocos nombran y a pocos importa, al que roban, asesinan y dejan morir, y que nosotros, los buenos, ayudamos a sus verdugos.
Por el contrario puede que siga el desvío hacia Nunca Jamás, donde no querrá saber quién tira los dados y, pese a todo, seguirá dentro del tablero.
Ojalá no hiciera falta dejar de ser niños. Ojalá no fuera necesario perder esa inocencia. Pero desafortunadamente, creo que cada día que pasa se necesita con urgencia más adultos. Gente responsable y cabal para evitar que la partida arroje unos pocos vencedores y demasiados vencidos.
Tiene gracia, siempre pensé ke ningún político debería exceder de los 10 años ;D