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Corté la garganta del gallo que quiso cantar
alboradas para celebrar
que la noche se estaba muriendo,
que si no amanezco, me crezco, y me puedo tragar
cucharadas de la oscuridad
de tus ojos y así me alimento.
Gritando al viento
Allí se oculta y desde allí observa. El viejo alumno ya ha olvidado los pasos que lo condujeron a su guarida, ajenos pasos quizá pues sólo es un sarmiento sin ser acebuche.
Un nuevo curso y un nuevo alumno ocupa su lugar, tan diferente es igual. Contempla las grietas de la pizarra sin levantar la mano pues desde la escarpada altura lo único que sabe hacer es gritar al viento.