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Lo que más me jode de que la gran boda esté hasta en la sopa no es tener que
cambiar de cadena, sino contemplar una vez más a la estupidez humana,
esa eterna compañera que no se conforma con hacer que la mayoría seamos
meras herramientas para enriquecer a unos pocos, no, necesita que
seamos lacayos admiradores de los nobles culos que estamos lamiendo,
dóciles perros que agitan la colita esperando recibir las sobras del
gran banquete de su dueño.