El último pupitre

Así, pidiendo permiso de forma educada, solicito pacientemente el privilegio de alarmarme y exigir más seguridad.

Del mismo modo que los no fumadores hemos tenido que esperar muchos años para poder respirar aire (casi) limpio sin ser insultados y tachados de intolerantes (tiene huevos el sarcasmo de la sociedad), espero que pronto llegue el día en el que podamos vivir sin industrias altamente peligrosas.

Sé que el dinero es más poderoso que la lógica pero aún así me agarro a ella para pedir algo de sentido común en todo esto. Porque digo yo que tendremos que sacar alguna conclusión del desastre de Fukushima, ¿no?. Y perdónenme, insúltenme o táchenme de intolerante, si no acepto como conclusión eso de que las centrales nucleares son seguras.

No, por favor, tampoco me intenten vender la moto de que son baratas. Sí, serán baratas para sus dueños, no lo discuto, pero no para el ciudadano que es el que, siempre engañado, con sus impuestos y en ocasiones con su vida, paga los desastres incontrolables de esta industria. Eso sin olvidar el coste enorme de mantener los residuos que genera. Tampoco vengan ustedes a asustarme con volver al Medievo si no las utilizamos porque tampoco cuela.

Así, pacientemente, sigo esperando mi derecho a alarmarme, a exigir mayor responsabilidad. Mientras, seguiré gritando al viento.